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Cuando la mirada del otro duele


Hoy en día, se puede decir que la opinión ajena es la que define como actuamos frente al público ya sea para bien o  para mal. Es muy común, y sobre todo en la juventud, que estos pensamientos impropios (sumados a otras cuestiones como el bullyng) nos lleven a realizar acciones que en realidad no queremos hacer. Todo con el simple objetivo de ser "socialmente aceptado" por un determinado grupo que, como si fuera poco, utiliza su posición de “ventaja” y se aprovecha de nuestra voluntad de no realizar cualquier acción. 
Si bien es cierto que en la juventud estas opiniones suelen tener mayor efecto, también los adultos le dan importancia a ello. Ya sea en mayor o en menor medida, el valor de ser aceptados siempre está presente. Incluso si se lo niega.
Supongamos que un chico es nuevo en la escuela. Él es un poco tímido y sus compañeros se burlan de su forma de ser, lo consideran “extraño”. Durante las primeras semanas, la burla es algo tolerable y el simplemente los ignora. Pero conforme pasa el tiempo, comienza a sentirse mal y su paciencia se va agotando. Decirle a sus padres no es opción para él, ya que tiene miedo de enfrentar la situación, piensa que si lo hace mostrará debilidad ante sus compañeros y será humillado de por vida. Ante esta situación, intenta imitar a otros pero tampoco funciona. Es aquí cuando la peor etapa comienza, cuando siente deseos de desquitarse y devolver esos agravios con más violencia.  De este punto ya no existe retorno, con el tiempo, los acciones son cada vez más graves y el resultado puede ser trágico.
Cuando el problema sale a la luz, el primer comentario que surge por parte del entorno es “nunca dijo que lo molestaban” o “el también hizo cosas”.  Me parece importante que nos animemos a decir lo que nos pasa, que tengamos confianza y seguridad. Y sobre todo, es importante que los adultos estén ahí para detenerlo desde un comienzo.
            Por otro lado, castigando a los responsables y dando una pequeña charla después (como habitualmente ocurre) sólo logramos una solución temporal. No llegamos nunca al fondo del problema.
          ¿Pero entonces? ¿por dónde empezamos?,  ¿cómo lo solucionamos? A mi parecer, para acabar con esta problemática debemos tomar conciencia de que se trata de un problema cultural y social que no comienza en la escuela. Es decir, no sólo se debe hablar en la escuela sino también en las casas y desde muy pequeños. Es importante  educar para que la seguridad y el amor propio sean nuestra bandera. Y también es importante aprender a aceptar a los demás con sus virtudes y defectos. A comunicar lo que nos daña o daña a los que nos rodean, a decirnos lo que pensamos abandonando el triste objetivo de hacer mal.





















Autor: Matías Escudero
5to año. Prácticas Comunicacionales.

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